Con todo el ajetreo a pocas semanas de la boda se me olvidó hablaros de algo que, de forma natural, se asocia a las bodas: las famosas despedidas de solter@.
Sin embargo, la fama que se han laureado popularmente como fiestas de desenfreno, del ‘todo vale’ o de ‘lo que pase en la despedida, en la despedida se queda’, no iba para nada en nuestra idea de despedida.
Es más, en su día decidí que yo no quería ninguna despedida ni fiesta sorpresa porque no estaba en mi mejor momento por el reciente fallecimiento de mi padre. Sin embargo, mi familia y mis amigas no querían que me quedara sin ese día y lograron que pasara un día estupendo en lo que fue mi despedida de soltera.

Por eso, en el post de hoy os voy a contar cómo fue la mía y detalles de otras a las que he ido ¡aunque me encantaría saber cómo fueron las vuestras o algunas a las que hayáis ido!
- Decidir el qué en función de los gustos del novio o la novia. Aunque suene un poco egoísta -y aunque no me guste porque soy bastante vergonzosa- el día de la despedida el ‘protagonismo’ lo tiene quien se va a casar. Por eso, a la hora de elegir un plan hay que pensar que le guste a la novia, algo en lo que vaya a estar cómoda y se lo pase bien. Conmigo lo tenían fácil porque saben que me encantan las escape room. Si, por el contrario, hubieran elegido hacer un deporte de riesgo pues… me hubiera molestado, porque es algo que no va nada conmigo. También sabían que no me gusta el alcohol en exceso, así que en vez de ir con litronas y acabar mal… el alcohol se limitó a la cerveza del aperitivo y al vinito blanco durante la comida (en la boda tampoco hubo barra libre, podéis conocer la experiencia aquí). Además, como soy celíaca, ese día lo tuvieron todo previsto para que comiera como una más, sin preocuparme, y se agradece muchísimo.
- Un buen aliado para organizar esto, y que además me parece muy bonito, es el novio, porque seguramente sea el que sepa mejor las cosas que la harán ilusión a su novia (porque hablar de las despedidas es típico también los meses previos a la boda).
- El con quién es más importante que el qué. Una de las cosas que más me gustaron de mi despedida, fue ver la cantidad de amigas que vinieron y que, a pesar de ser de varios grupos distintos y con gustos y opiniones totalmente opuestas en algunos casos, estuvieron muy a gusto. Además me alegró mucho que, a pesar de la distancia, vinieran las que iban a ser en breve mis cuñadas. Y es más, una de ellas había salido de cuentas y estaba a casi 150 km de su casa… Cuando la vi aparecer flipé porque podía ponerse de parto en cualquier momento. Al final nuestra sobrina nació al día siguiente 🙂
- Hay que tener en cuenta el cuánto. A menudo cuando se piensa en una boda, se piensa en abrir la hucha (tanto los novios como los invitados). Y es que entre el regalo, el modelito, la peluquería y demás, asistir a una boda pueda acabar saliendo caro. Si a esto se le suma además la despedida, el gasto (generalizando) puede ser muy grande. Por eso siempre tuve claro que quería disfrutar el día de mi despedida con mis amigas, y que ninguna se quedara sin venir por temas económicos. Prefería mil veces un picnic en un parque que una cena de alto copete a bordo de un barco por el Sena (por decir algo).
- Una solución que estoy viendo últimamente para dar más opciones es hacer ‘packs’, es decir, fragmentar las actividades del día para adaptarse mejor a los horarios y bolsillos de todos, de ese modo se puede ir a todo (pack completo), solo a comer, o hacer más combinaciones. Aunque es más lioso a la hora de organizarlo, da mayor flexibilidad.
- El dónde. Relacionado con este último punto, es importante que se haga en un sitio más o menos cercano para que puedan asistir todos. Estaría genial coger un vuelo low cost e irse a otro país un fin de semana, pero en ese caso, mucha gente se quedaría sin ir… y no era mi idea.
- En mi caso, por la mañana estuvimos en un parque desayunando tipo picnic y haciendo una gymkana (plan mega económico y divertido). Después tomamos algo por el centro, comimos en un restaurante muy bonito y nos fuimos a hacer una escape room en esa misma ciudad.
- El cuándo. Obviamente hay que elegir una fecha en la que el novio o la novia puedan estar (que no tengan compromisos familiares, ni hayan quedado con los de la sala del banquete o los floristas, ni tengan un retiro, ni vayan a repartir tarjetones… ¡son unos meses llenos de cosas!). Además, en nuestro caso, como somos cristianos y las despedidas suelen hacerse el fin de semana, dejamos bien claro que, fuera el plan que fuese, debían respetar y facilitar el ir a la misa dominical (o a la víspera, como fue nuestro caso).
Como habréis podido ver, ni hubo viaje relámpago, ni #teambride, ni yate por el mediterráneo… fue una fiesta sencillita, pero me lo pasé genial porque lo importante, como he comentado, es la compañía. Igual si las circunstancias hubiesen sido otras, se hubiera organizado de otra forma, pero recuerdo que fue un día muy feliz en bastante tiempo y en el que pude dar gracias a Dios por el regalo de la amistad… ¿qué más podía pedir?