Desde pequeña para mí los domingos no tenían ningún significado especial. Eran como cualquier sábado o cualquier día que no teníamos cole. Es más, no me gustaban porque era el día de limpieza general de la casa, lo cual acarreaba más de una discusión porque, digamos, que no es el mejor plan. Resumen: lo único que me gustaba era estar todo el día en pijama, pero lo de limpiar y ponerse al día con los trabajos de clase hacía que llegara a odiar esos días. Y como somos seres de costumbres, llegada a la edad adulta, he seguido haciendo lo mismo, ponerme al día de todo con mi pijama y mi moño de trabajo. Desde que vivo en pisos de estudiante, es el día de poner la lavadora (ojo, que la nuestra es viejilla y tarda ¡dos horas! en hacer la colada), preparar la comida de tupper para toda la semana, limpiar la parte de la casa que indica nuestro planning de reparto de tareas, y empezar ese trabajo que dices: ‘ya lo haré…’ y la fecha de entrega es la semana que va a empezar…

¡El domingo es una fiesta!
Total, que yo iba bien viviendo a mi aire este día hasta que llegó él y me lo desmontó todo: ¿cómo? ¿el día del Señor? Pues sí, el día de descanso, el séptimo de la creación, un día que Él fijó para que no nos dedicáramos a nada más que a su alabanza1. Y es que, a diferencia de mí, para él desde pequeño el domingo ha sido un día de fiesta que han empezado rezando laudes en familia (nada de ir en pijama) y ha seguido con un paseo o yendo al parque, algo que yo echo en falta.
Así que, siguiendo su consejo, estoy procurando cumplir eso del descanso dominical, aunque admito que me está costando porque veo que el trabajo, y más en la recta final del curso, me desborda. Sin embargo, la experiencia es súper positiva y es que necesitamos en algún momento desconectar de todo lo que va acaparando nuestro tiempo e interés y volverse hacia lo importante2. Quizá ahora no soy consciente ni le doy la importancia que requiere, pero, de cara a formar mi familia, quiero que el domingo sea más importante que la lavadora y los tuppers. ¿Y vosotros?
Nota 1 – «El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa; y se abstendrán además de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor, o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo.» Código de Derecho Canónico, 1247.
Nota 2 – «El domingo está tradicionalmente consagrado por la piedad cristiana a obras buenas y a servicios humildes para con los enfermos, débiles y ancianos. Los cristianos deben santificar también el domingo dedicando a su familia el tiempo y los cuidados difíciles de prestar los otros días de la semana. El domingo es un tiempo de reflexión, de silencio, de cultura y de meditación, que favorecen el crecimiento de la vida interior y cristiana.» Catecismo de la Iglesia Católica, 2186.
Hola, solo comentar que me encanta este proyecto! Ver jóvenes que quieran compartir la alegría de Dios es algo maravilloso y a la vez esperanzador:)
¡Hola Karolina!
Nos alegramos de que te guste el proyecto 🙂 Simplemente contamos lo que vivimos, pues es la mejor forma de dar a conocer a Dios, que nos ama; y una forma diferente de vivir la vida a su lado.
Dios te bendiga, ¡esperamos volver a verte!
Reza por nosotros. La paz, él.
La verdad que nunca le he dado el lugar que merece el Sábado en este día y fuera de ir a misa y rezar algún Rosario no hago más por éste día. Por lo demás lo he vivido como cualquier otro día y no en miras de descansar y dárselo plenamente a Dios.
¡Hola Iván!
Muchas gracias por tu comentario. Como bien dices, dedicar ese día a Dios es lo más importante, pero es que además, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice expresamente que hay que descansar y cultivar la vida familiar, cultural, social y religiosa por supuesto. También hay que dedicarlo a las obras de misericordia, y ayudar y acompañar a los que pasan necesidad. ¡Y abstenerse de actividades o trabajos que impidan la alegría propia del Día del Señor!
Un saludo, ella.