Desde hace algo de tiempo trabajo como profesor en el sistema educativo español y, hablando con sinceridad, hasta ahora me he encontrado con una vocación muy difícil de llevar a la práctica.

¡Educa en la Fe!
Y esto es porque, en general, los alumnos no quieren aprender. No tienen ningún interés por nada que no sea divertirse y pasarlo bien. Aun así, las clases se llevan bien, aunque con alguna interrupción fuera de lugar de más de un alumno, con un casi constante murmullo y con alumnos que aprovechan la más mínima oportunidad para no hacer nada. Y estas actitudes se amplifican sobremanera en los grupos «de atención a la diversidad» que la mayoría de funcionarios rehuye dar, pues en ocasiones es casi un trabajo de riesgo. Frente a esto, muchos profesores tratamos de adaptar los métodos para hacer las clases participativas, dinámicas, motivadoras, prácticas, etc. Pero en ocasiones ni por esas, pues faltan cosas tan importantes como el respeto a la autoridad, la empatía solidaria, la disciplina, el interés por la sabiduría, etc.
Y esas son cosas que se aprenden primero en casa… ¡Cuántos jóvenes usan el móvil a todas horas y no son capaces de leer un libro! ¡Cuántos jóvenes enganchados al juego y a la pornografía porque siempre han tenido una «vía fácil» para conseguir las cosas! Y, por desgracia, ¡cuántos padres que ya «no saben que hacer» con sus hijos! Y si la familia está «desestructurada» (rota, sería una mejor palabra) los problemas se multiplican.
Estoy absolutamente seguro de que todos los padres educan y actúan como mejor saben. Yo no soy padre y no me puedo ni imaginar lo complejo que debe ser. Pero viendo cómo está todo me cuidaré de que no haya televisión en mi casa, de que no tengan móvil a una corta edad (¡y menos con datos!), de que lean buenas lecturas todo lo posible, de motivarlos e interesarlos por el conocimiento y, por supuesto, de llevarlos a Dios, fuente de todas las virtudes y actitudes buenas. Y así lo recomendaría a todos los padres. Y así mismo me gustaría recibir consejo de cómo hacerlo de los padres que sí logran educar bien a sus hijos.
Y como nota final, evangelizar, por supuesto, está prohibido de facto en el sistema educativo. Un sistema que no es «laico y diverso», como algunos dicen, sino que me atrevería a decir «ateo y uniformador», pues casi todos salen más o menos pensando igual al recibir los mismos mensajes de profesores y amigos (a parte, por supuesto, de la televisión, series, influencers, etc). De hecho, por experiencia propia, casi parece un delito el simple hecho de negarte a enseñar algo contra la Fe o contra alguno de tus principios… y eso que al final lo acaban haciendo otros (invitados a las tutorías, expertos en diversidad, orientadores, etc).
En fin, escribo estas líneas con el único fin de animar a los padres a no descuidar la educación de sus hijos, sobre todo en la Fe. Por mi parte me enfrento a todo un reto en el que todos los días pido a Dios por mis alumnos y le pido también que me permita ser el mejor profesor posible para ellos.