En mi debilidad…

Todas las mañanas desde hace cinco meses, hay algo que me recuerda mi debilidad, y no hablo de mi pereza cuando suena el despertador, que también, sino de una pastillita minúscula que debo tomar todos los días de mi vida. Hasta que la muerte nos separe. Estoy bien, no es nada grave, incluso ahora que lo conozco, bastante extendido, pero para los que me conocen, saben…

  1. que no me gusta medicarme, y
  2. que odio las pastillas porque no me las sé tragar.

Así que la idea de depender tooodas las mañanas de una, no me gusta.

Somos polvo

Somos polvo

Sin embargo, esta minucia me sirve para darme cuenta de que soy limitada. Que yo por mucho que me empeñe y me rebele, no puedo llevar las riendas de mi vida. ¿Y eso debería preocuparme? ¡en absoluto! si es que el mejor jinete es el que las lleva. Sé, tanto en sentido figurado como literal, que eso de llevar las riendas no se me da bien, que no puedo tener el control de todo. Por eso, aunque haya cosas que no me gustan, aunque tengamos una piedra en el zapato o una pastilla en la mesita de noche, los cristianos tenemos la certeza de que aunque tengamos sufrimientos, hay Alguien que cuenta con eso y nos ayuda a llevarlo.

Como dice San Pablo, cuando soy débil entonces soy fuerte1 ¿por tus méritos? ¡No! justo porque te sabes pequeño y limitado y te acoges al Fuerte. Pero qué difícil. Tenemos -o creemos- el control de nuestra vida, todo asegurado, estable, y decimos ¡que no nos toquen nada! y zas, un imprevisto nos lo desmonta todo. Tu trabajo, tu casa, tu seguridad, tu novio que te quiere mucho, tus estudios…

Ciméntalo todo sobre roca firme2, desde Él, para que a la mínima tribulación no caiga como un castillo de naipes  y déjale hacer, pues desde mi experiencia, en estos dos años que no tenía nada, he visto Su Providencia en todos los aspectos de mi vida. Sin yo hacer nada, simplemente dejándome en sus brazos, dejándole -con mi libertad- las riendas de mi vida ¡y a ver dónde me lleva ahora!


Nota 1 – «Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.». 2 Corintios 12, 10.

Nota 2 – ««Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.»». Mateo 7, 24-27.

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