No cruces en rojo

Tengo la manía de cruzar los pasos de peatones con el semáforo siempre en verde. Aunque vea claramente que no viene ningún vehículo y aunque a mi lado crucen veinte personas. Ahí sigo yo, de pie, esperando a que el muñequito rojo se torne verde.

En esas estaba yo el viernes pasado, cargadísima con bolsas porque venía de hacer la compra, esperando el cambio de color para cruzar las vías del tranvía cuando el Señor me inspiró esta entrada a través de tres pensamientos correlacionados.

  1. Podría cruzar en rojo como están haciendo todos, que voy cargada y parezco tonta aquí esperando si no viene nadie
  2. No voy a hacerlo porque hay un niño pequeño con su padre y justo le está diciendo que no se cruza en rojo
  3. ¡Esto es justo lo que siento con respecto a la castidad!

Y así me vino la idea de esta entrada, que compara -a mi modo de ver- la castidad con un semáforo. No se trata de un asunto simplista que lo reduzca todo a: está en rojo, no puedes pasar o está en verde, puedes pasar (entendiendo el verde como que estás casado/a). No podemos quedarnos en ese mensaje reduccionista, sino que debemos experimentar el sentido y el valor que tiene esa decisión y esa espera (¿por qué no ahora?), que no nos lo dice la Iglesia por fastidiar sino, precisamente, porque es nuestra Madre, nos conoce y quiere lo mejor para nosotros.

¿Qué sentido tiene esperar?

No cruces en rojo

No cruces en rojo

¿Por qué no debo cruzar todavía? Si las condiciones son óptimas: hay buena visibilidad, veo que no se acerca ningún coche a bastante distancia… Y esto, trasladado al noviazgo, son las ‘buenas condiciones’ que se presentan. ¿Por qué no? Si ya llevamos mucho tiempo, si nos queremos, si ‘todos’ lo hacen y no pasa nada, si nos va a unir más… ¿Por qué no hacerlo? Soy la primera que en momentos de debilidad he empezado a argüir razones de este tipo para autojustificarme y autoconvencerme y me he cuestionado el sentido de la espera. Sin embargo, en el proyecto de Dios, pensado para ti, te invita a vivir el noviazgo de un modo distinto a como se nos ofrece hoy en día. Donde algunos ven que se coarta la libertad, yo puedo decir por mi experiencia, que se descubren más aspectos de la otra persona y que al final, precisamente eso, te hace más libre en tu decisión de pasar o no el resto de tu vida con esa persona. Y es que el vínculo que creas con una persona después de haber mantenido relaciones íntimas puede crear en algunos casos una dependencia afectiva malsana que dificulte dejar la relación en un momento dado. A pesar de ello, no debemos olvidar que Dios es un Padre misericordioso y que nos perdona las veces que haga falta, si en verdad estamos arrepentidos. No hay nada que Dios no pueda perdonar, ni hay nada imposible para Él, por eso, es posible vivir una segunda virginidad, y somos testigo de muchas parejas que han experimentado eso. 

Lo que te estás perdiendo

¿Qué me estoy perdiendo? ¿Llegar medio minuto tarde a mi destino? ¡Qué importa! A menudo cuando sale el tema de la castidad entre mis amigos, no paran de repetir toooodo lo que me estoy perdiendo, a veces incluso con cierto tono de superioridad. Volviendo al ejemplo del semáforo, prefiero esperar y hacer las cosas como marca el código de seguridad vial (esto es, como nos indica la Iglesia). Puedo cruzar en rojo, por supuesto, nadie me lo impide, Dios nos ha hecho libres, pero al final estoy poniendo en riesgo mi vida, me estoy apartando del plan de Dios. Además, cruzar en rojo hace que andemos inseguros, con prisas… En cambio, cruzando en verde, puedes hacerlo sin temor, confiado de que no va a venir ningún vehículo, sin prisa, contemplando lo que sucede a tu alrededor, sabiendo que has obrado bien. Lo mismo puede pasar en el noviazgo, imagino que no será igual ‘cruzar’ nervioso poniendo barreras para evitar un embarazo, intentando que nadie ‘os pille’, buscando el momento en que no haya nadie en casa… a hacerlo en el matrimonio, habiendo esperado, con la gracia de Dios, confiados en Él para la apertura a la vida y sin prisas, en vuestra casa como marido y mujer.

Hay niños delante…

Al principio decía que siempre cruzaba en verde, aunque, siendo sincera, quizá no lo hago el 100% de las veces. Sin embargo, cuando siempre, siempre lo respeto, es cuando hay niños pequeños por ahí. Porque los niños deben obedecer a sus padres, y su autoridad se esfuma y se cuestiona si ven que los demás no hacen lo que su padre o madre dice. Me gusta pensar que, si al menos ven una persona mayor que hace lo que su padre dice, vean coherente el hecho de esperar y lo respeten siempre, incluso cuando ya no vayan acompañados por ellos. Y a esto me refiero, a la coherencia que debemos tener los cristianos respecto a este tema. Y sabemos que es difícil, pero no es conveniente defender unas ideas o creencias ante nuestros amigos y después hacer lo contrario, pues entonces carece de sentido lo que decimos.

En definitiva, la castidad hoy en día no vende. Es un combate que se vive día a día y que actualmente se hace muy difícil de luchar (a veces siento que somos bichos raros). A nadie le gusta combatir, y sería más fácil darse por vencido, pero tenemos como garantes a muchos otros matrimonios que han vencido en este combate y que ahora son felices junto a sus familias. Puede que alguna vez sientas que no tiene sentido, que estés cansado, derrotado o incluso te sientas estúpido o estúpida, como yo inmóvil ante el semáforo el pasado viernes. Pero de verdad, tenemos garantías de que este combate vale la pena ser luchado cada día y que tiene su oportuna recompensa.

Marcar como favorito enlace permanente.

5 comentarios

  1. Muy buena entrada.
    Por si os apetece leer más con respecto a este tema… escribí una entrada sobre la castidad en mi blog.

    Que te pierdes si no esperas

    • Muchas gracias por tu comentario. Nos hemos pasado por tu blog y nos parece una entrada muy interesante, muchas gracias por sugerirla. La paz.

  2. ¡Muchas gracias! ¡Claro que sí! ¡Así se habla!
    Te entiendo perfectamente, porque no es fácil hablar de esto y que se comprenda, pero es necesario. Así que: ¡buen trabajo!
    Y gracias por tus amables palabras. 😉

  3. ¡Me ha gustado mucho esta entrada!
    Es una comparación bastante interesante con el semáforo.
    Justo el otro día di una sesión sobre noviazgo y hablando del tema de la sexualidad en el noviazgo, comenté la idea de la diferencia que hay entre hacer el amor en el contexto-momento adecuado (matrimonio), y hacerlo en un contexto que implica inseguridades, temporalidad, miedos varios… ¡Qué diferencia tan grande! Me ha hecho ilusión encontrar en vuestro texto esa idea.
    ¡Gracias!

    • ¡Nos alegramos muchísimo, Lucía!

      A menudo me resulta difícil abordar este tipo de temas en ciertos círculos porque choca radicalmente con lo que algunos de mis amigos creen, y llego incluso a plantearme hasta qué punto vale la pena, como mencionaba en la entrada.

      Sin embargo, tu comentario y tu testimonio me animan, me recuerda que verdaderamente esta espera vale la pena, y solo tengo que pasarme por tu blog para corroborarlo 🙂

      ¡Gracias por leernos y por ser luz como matrimonio para tantos jóvenes!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Al dejar un comentario "Una historia de tres" recopila los datos que se muestran en el formulario de comentarios, así como tu dirección IP y la cadena de agentes del navegador para ayudar a la detección de spam. La finalidad de estos datos es únicamente mostrar su comentario en el sitio web, por ese motivo el comentario y sus metadatos se conservan indefinidamente. Puede contactar con nosotros en cualquier momento para solicitar la retirada o modificación de su comentario.