Tiempo de espera

En más de una ocasión me han dicho… ¡eres un ansias!, ya que la paciencia no ha sido nunca mi fuerte. Y quizás precisamente por eso, Dios se empeña en ir poco a poco conmigo. A mi me gustaría tener trabajo fijo ya, estar casado ya, tener hijos ya, que se solucione este o aquel problema ya, etc. En el fondo… no sufrir y sentirme bien ya, pensando (erróneamente) que esas cosas por sí solas pueden hacerme feliz.

Adviento

Adviento

Ella, por otro lado, se toma las cosas con algo más de calma. Y cuando estoy con ella, todo mi mundo se ralentiza. Mucho. Pero lejos de ponerme nervioso, Dios me ha dado la gracia de apreciar el valor de esto, pues no todo en la vida son metas y objetivos que alcanzar. De hecho, esas cosas suelen ser lo de menos, pues… ¿Cuántas de ellas han pasado rápidamente y han caído en el olvido? Por eso, pararse a vivir, pararse a disfrutar de lo que Dios nos regala, y darnos cuenta de que en el fondo… ¿Para qué hacemos todo eso? ¿Para qué vivimos? Al final, el hombre tal y como salió del vientre de su madre, desnudo volverá, como ha venido; y  nada podrá sacar de las fatigas de sus manos (Sabiduría 5, 14)1.

Tener presente esto merece la pena, porque no hay nada fuera del plan de Dios y del amor que vaya a perdurar en el cielo. Y no hay nada más importante que podemos a hacer aquí que elegir a Dios, es decir, al Amor verdadero, todos los días. Aunque esa decisión suponga también un negarse a uno mismo. Y ya sólo por recordarme todo esto eso su lentitud es una bendición. Aunque precisamente esa lentitud es algo que a ella no le gusta de sí misma.

Y es que Dios, en su infinita sabiduría nos ha hecho bien diferentes en muchas cosas. Y… ¡eso es bueno! porque de esta forma nos complementamos: ella me enseña la virtud de la paciencia, y yo le echo una mano con las cosas de última hora. A Dios, que mediante su divina Providencia así lo ha dispuesto, le sean dadas las gracias. Porque Dios es un Dios vivo que actúa en nuestra vida concreta con amor, y por eso dice San Pablo: sa­be­mos que en to­das las co­sas in­ter­vie­ne Dios para el bien de los que le aman; de aque­llos que han sido lla­ma­dos se­gún su de­sig­nio2.

Por eso, desde este humilde blog te invitamos… ¡elige a Dios que te ama, y espera en Él! Aprovecha este tiempo de Adviento que se abre ahora, en el que esperamos y nos preparamos para la venida de Cristo. Reza, haz limosna, ayuna, bendice, espera, obra con misericordia, ama… ¡Prepara tu alma para esta gran liturgia que debe reflejar nuestra propia forma de vida! Pues al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida3.


Nota 1 – Sabiduría 5, 14. Biblia de Jerusalén. Edición de 1998.

Nota 2 – Romanos 8, 28b. Biblia de Jerusalén. Edición de 1998.

Nota 3 – Catecismo de la Iglesia Católica, 524. Libreria Editrice Vaticana.

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