Tiempo de improvisar

¡Feliz Navidad a todos los que nos acompañáis en este camino! Esperamos de todo corazón que estéis pudiendo vivir estos días de Navidad con verdadera alegría.

Dada la situación actual debida a la pandemia, está siendo un tiempo de ‘improvisación’, de no poder tener nada asegurado ni de hacer planes porque de un momento a otro la situación puede cambiar y con ello la normativa, las restricciones… Es por ello que, ante una Navidad de tanta incertidumbre, de tanto plan cancelado, de tanta mesa más vacía, nos gustaría compartir algunas ideas de la homilía de hoy en nuestra parroquia porque nos ha ayudado a poder entrar en este Misterio.

Por cuestiones de aforo las celebraciones se han multiplicado y se nos ha pedido, en la medida de lo posible, acudir a la misa que se nos asignara, que en nuestro caso era la Misa de la Aurora. No era muy temprano, pero tal día como hoy a esa hora seguiría en la cama durmiendo. Sin embargo, me ha parecido precioso el sentido de esa celebración y es que, en medio de la noche, de la oscuridad, empieza a brillar una luz que guía a tantos que buscan, una luz que cada vez es más potente, la luz que anuncia al Salvador. 

Se nos decía -con razón- que no nos gusta que nos saquen de nuestras ‘casillas’, que nos desbaraten lo que tenemos asentado en nuestra vida, que no nos trastoquen los planes y sin embargo, este año todos en mayor o menor medida hemos vivido cómo tantos planes tenían que cambiar o improvisarse. ¿No fue precisamente eso lo que les pasó a José y a María? Ellos tenían su proyecto de vida, como el de tantos de su época, casarse, formar una familia… un plan maravilloso y lícito, pero que palidecía ante el plan de Dios, ante una historia de Salvación que tenía preparada, no solo para ellos, sino para toda la Humanidad. Su renuncia a esos proyectos personales, a esos esquemas, permitió que entrara la Salvación al Mundo. Y no exenta de dificultades.

Y es que justo cuando María estaba a punto de dar a luz, se decretó realizar un censo universal sin precedentes que los obligó a emprender un largo viaje hasta Belén. Justo en ese momento. Por si no fuera suficiente, una vez allí, y ya con los dolores del parto, no hubo ni un solo lugar apropiado para poder dar a luz, y acabaron en un establo, rodeados de animales, sin medidas de higiene, sucio y maloliente… el mismo Dios se abajó para hacerse uno de nosotros, y no nació en un palacio, sino que llegó hasta el punto de nacer en lo más miserable. Por Amor. Por ti y por mí.

Por eso, si el mismo Dios se sirvió de tanta precariedad e improvisación ¿de qué nos preocupamos? ¿acaso no vivieron José y María esa incertidumbre y falta de seguridad? Desde este pequeño rinconcito os invitamos a poder celebrar esta fiesta con agradecimiento, sin caer en la murmuración, bendiciendo a Dios por lo que nos da y porque nos permite celebrar su venida en un año tan complicado. Como he leído mucho estos días: un año donde no hay que ‘salvar’ la Navidad, sino descubrir que, precisamente lo que nos salva, es la Navidad.

De parte de nuestra pequeña familia,

¡Feliz y Santa Navidad!

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