A menos de tres meses de la boda recibimos una noticia que nos sobrecogió: mi padre había fallecido. Y la noticia, y la muerte, vinieron como un ladrón en medio de la noche, e hicieron resonar en nosotros que “no sabemos ni el día ni la hora”.
Ahora, cuando -parece mentira-, pero ya se ha cumplido un año de ese día que nos paralizó, compartimos con vosotros esta carta que le escribí para el día de nuestra boda y que repartimos a los que nos acompañaron en ese día tan especial junto a nuestro libro.
A pesar de las lágrimas y de la incomprensión que me han acompañado en numerosas ocasiones en este primer año sin él, prevalece la gratitud por el regalo que ha sido su vida y la certeza de que algún día podremos reunirnos todos juntos en el Cielo.

Querido papá…
Nunca decimos lo suficiente ‘te quiero’, ‘ten un buen día’. Me di cuenta de ello esa triste mañana de septiembre, en la que acabaste tu peregrinar por esta tierra para disfrutar del Cielo. Por eso, en un día tan especial para nosotros, te quiero decir lo mucho que te quiero y que te echamos de menos.
No estamos ‘preparados’ para afrontar algo así, no se enseña, en esta sociedad no se habla casi de la muerte. Nos pasamos la vida preocupados por nimiedades, con los agobios del día a día, con los plazos, las entregas… y mientras todo pasa, pasa la vida. ¡Y qué rápido ha pasado para ti!
Desde pequeña he aprendido muchísimas cosas gracias a ti, que siempre has inculcado en nosotras el amor por la música, el arte, la escritura… y todavía hoy me instruyes. Me has enseñado que hay que vivir con intensidad, que tengo que ser auténtica, ser yo misma.
Tu fallecimiento nos ha puesto en nuestra realidad, que es que algún día moriremos, y que por eso hay que decir más ‘te quiero’, hay que hacer las cosas ordinarias del día a día con un amor extraordinario, como decía Santa Teresa de Calcuta.
Durante estos meses, una de las palabras que más hemos escuchado ha sido ‘injusticia’ “qué injusta es la vida”, “no es justo, tenía media vida por delante”… Sin embargo, ante todas esas palabras, descanso con la certeza de que nuestra vida está en manos de Dios, que no somos dueños de nuestra vida, que no podemos añadir ni quitar una medida a nuestro tiempo. Y bien lo sabes tú, ya que viviste junto a tu hermano lo que era ‘perder’ un padre tan pronto.
Pero para mí no es una pérdida, sino una ganancia, ¡hemos ganado un padre que nos cuida desde el cielo, que intercede por nosotras!
Hoy, en el día de nuestra boda, te recordamos especialmente, porque ibas a ser tú el que me llevara al altar, el que me diría unas palabras antes de salir de nuestra casa y sin embargo, me acompañarás desde el Cielo.
Sé que serás feliz, y quiero que nos veas felices. No paramos de recibir muestras de cariño de todas las personas que se cruzaron contigo en este mundo, porque pasaste haciendo el bien. ¡Mira cuánta gente te despidió, venida de tantos sitios! ¡Mira la escalera de flores que te hicieron hasta el Cielo, ni nosotros hoy tenemos tantas y tan bellas!
¡Gracias! Gracias a Dios por el regalo que ha sido tu vida, por haber formado nuestra familia, gracias por habernos apoyado siempre, por dar la vida por nosotras. Sigue tu misión desde el Cielo, que necesitamos tu ayuda. Cuídanos, intercede por nosotros, para que seamos fuertes, no desistamos y
podamos algún día disfrutar de la vida eterna todos juntos, porque aquí estamos de paso, ¡nuestra meta es el Cielo!