¡Sí, grandes cosas ha hecho por nosotros Yahvé, y estamos alegres!
Salmo 126, 3.
Nos adentramos de lleno en la Semana Santa, en la semana. Desde el domingo de Ramos y hasta el próximo domingo nos esperan unos días realmente intensos. Y podemos vivirlos como meros espectadores, rememorando acontecimientos que pasaron hace muchísimos años, o podemos tomar partido y experimentar que todo eso se actualiza y se renueva en cada uno de nosotros. Por ello, en la entrada de hoy hacemos una breve relación de cómo es ese Paso del Señor por el pueblo de Israel, en la humanidad a través de Cristo, por Saulo de Tarso y por la vida de él. Además, os recomendamos dos películas que para nosotros son imprescindibles estos días y que os invitamos a ver: El príncipe de Egipto y La Pasión de Cristo.
¡Feliz Semana Santa! ¡Feliz Paso del Señor!
Paso de Dios por el pueblo de Israel
El pueblo de Israel estaba esclavo en Egipto, obligado a una dura servidumbre, trabajos forzados, y con su vida y la de sus hijos continuamente amenazada. Dios personalmente pasa y los libera con signos y prodigios nunca vistos, llevándolos de la mano a la tierra prometida, una tierra con manjares exquisitos. Es la primera Pascua, el primer paso de Dios.
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Paso de Dios en Cristo por la humanidad

Pascua: paso de Cristo
Nosotros, los hombres, somos esclavos del pecado por el miedo a la muerte y el sufrimiento. No podemos hacer otra cosa que tratar de «estar bien» y procurar «que todo vaya bien» y, para ello, muchas veces mentimos, difamamos, nos emborrachamos, no respetamos el matrimonio cristiano… en definitiva: pecamos. Cristo se ha hecho hombre y nos ha enseñado que hay otra forma de vivir: no buscándose a uno mismo sino viviendo para los demás. Viviendo para Dios. Y eso ha hecho Jesús, muriendo por nuestros pecados y abriéndonos el camino al cielo, perdonando nuestras culpas. Es el paso de un Dios que ha decidido sufrir con nosotros y rescatarnos de la muerte dándonos la vida eterna en Cristo. Es nuestra Pascua.
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Paso de Dios en la vida de San Pablo
Saulo de Tarso era un justiciero y perseguía a todo aquel que no cumpliera la ley que le habían enseñado, porque él tenía la razón, por supuesto, y los demás eran malvados. Esto consumía su corazón en ira contra los cristianos, a los que perseguía, hasta que Cristo pasó por su vida, lo tiró del caballo, y lo dejó ciego. Una ceguera física signo de la ceguera de su corazón. Y provocó en él un cambio: de perseguidor a seguidor. Del odio al amor. De Saulo a San Pablo. Porque el paso de Cristo se hizo verdad en su vida concreta.
Paso de Dios en la vida de él
Hace tiempo él decía ser cristiano, pero en realidad no buscaba nada más que «estar bien»… y lo estaba. O eso creía. Es cuando lo perdió todo (una relación larga y con visos de futuro, el buenísimo trabajo que creía seguro, la independencia de vivir solo…) cuándo se dio cuenta de que todo era vanidad de vanidades y atrapar vientos. Y ahí pasó Dios, y él se encontró sólo a sólo con Él. Y Él le hizo ver a él que sólo Dios bastaba para ser feliz. Que decía ser cristiano pero que no lo era, porque ni siquiera se molestaba en intentar saber lo que Cristo hizo y hace. ¿Y cómo seguir a quien no conoces? Le hizo ver que necesitaba empezar a caminar de verdad hacia Él. Y, con su gracia, él empezó seriamente -y aún continúa- este camino hacia Dios. Y con Dios vinieron también sus bendiciones, con persecución (aunque eso es otra historia): una mujer maravillosa, un nuevo trabajo, una nueva parroquia muy viva… Porque el amor de Dios mueve -con hechos concretos- a ir hacia Él cada vez más.
¿Y el paso de Dios contigo?
¡Cuéntanoslo! O reza, pide y desea que Él pase por tu vida si aún no lo has visto pasar. Esta Pascua es el momento oportuno.