Nosotros, que somos muy fans de la Navidad, tenemos la costumbre de hacer una postal personalizada para enviar a nuestros seres queridos y felicitarles así la Navidad. Este detalle ya lo hacíamos antes de casarnos y el año pasado, en nuestra primera Navidad como marido y mujer, me asaltó una duda: ¿Cómo presentarnos en esa postal? De normal ponía mi nombre de pila, pero ahora éramos dos y no sabía cómo ponerlo. Pensé en poner «La familia ‘Pérez Gómez’ os desea una feliz Navidad» pero eso de familia me sonaba a retrato de fotógrafo familiar con niños vestiditos a juego y pose aristocrática. Sabía que éramos una familia, pero me sonó tan ‘artificial’ eso, tan ‘grande’ y nosotros tan solitos, que finalmente en la felicitación puse nuestros nombres de pila. Como si nada hubiera cambiado en ese año, como si siguiera cada uno a la suya.
Después de enviar las postales me arrepentí de no haber escrito «La familia ‘Pérez Gómez'» ¡y es que no decía ninguna mentira! Desde el mismo momento en que nos unimos en matrimonio ante Dios, Él fundó nuestra familia. Pequeñita ¡pero familia! y eso es indiscutible.

Sin embargo, el lenguaje tiene estas cosas y a veces nos autoengaña. Como me engañó a mí, al hacerme pensar que era ‘pretencioso’ llamarnos familia si ‘seguíamos siendo solo dos’. Desde ese momento, empecé a fijarme en casos en los que ‘familia’ se atribuyera solo a la venida de los hijos. Y encontré unos cuantos…Uno de ellos fue en la típica página de «Quiénes somos» de una empresa en la que trabaja un amigo nuestro. Llevaba ya un tiempo casado y en unas semanas iba a nacer su primer hijo. Pues bien, en su presentación decían que «estaba a punto de formar una familia». Y no, la familia ya la había formado tiempo atrás…
Siguiendo con el tema del lenguaje, lo mismo podría decirse de la expresión «vamos a ser padres» o «hemos sido padres», que suele atribuirse al momento del nacimiento, cuando en realidad abarca un período de tiempo mucho más amplio. Y es que, como mínimo, ya eres padre o madre desde el momento en el que en tu interior se empieza a gestar el hijo que Dios te ha regalado.
En definitiva, el lenguaje no es inofensivo, nos configura, configura nuestra realidad, y hay que usarlo cuidadosamente. ¿Qué opináis? ¿Se os ocurren más ejemplos como los de hoy? ¡Nos encantará descubrirlos!
Totalmente de acuerdo!! El lenguaje hay que saber utilizarlo bien porque al hablar podemos ofender o podemos bendecir al otro en función de cómo lo usemos. También cómo hablamos dice mucho de nuestra forma de ser y personalidad.
Exacto! Como bien dices, el lenguaje se puede usar para bien o para mal, y la clave está en bendecir en todo momento! Gracias por tu comentario 🙂