Que se note que es una alianza

Recuerdo con mucho cariño el día que encargamos nuestras alianzas porque fue una de las primeras cosas que hicimos después de fijar el día de la boda. Coincidió además con el último día que viví en el piso de estudiantes y él me ayudó con la mudanza. Por aquel entonces, a mi compañera de piso le faltaba poco para casarse y ese día justo vino de recoger sus alianzas. Cuando nos las enseñó, nos hizo tanta ilusión que, con la mudanza a medias, fuimos a la joyería nosotros también.

Recuerdo que nos metieron en una sala privada «porque la ocasión lo requería»,  y nos sentimos muy especiales, no solo por el trato recibido, sino porque éramos conscientes de lo que significaban esos anillos que íbamos a comprar.

Sin embargo, estuvimos bien poco en esa sala porque teníamos las cosas claras. Queríamos unas alianzas normales, de las de toda la vida, de las que «que se note que es una alianza». No queríamos diseño, no queríamos bicolor, no queríamos formas extrañas. Queríamos que se notara que era una alianza, que estábamos desposados. Así que después de eso, nos tomaron medidas, concretamos la inscripción del interior (el nombre de nuestro esposo y la fecha de la boda) y nos fuimos. ¡Creo que fue la única cosa de los preparativos de la boda que tuvimos tan clara!

Sin embargo, en este tiempo, cuando ya vamos hacia el primer aniversario de nuestro enlace, veo que hoy en día, sobre todo entre la gente más joven, apenas se sabe lo que significa una alianza «por mucha pinta de alianza típica que tenga».

Y es que el caso más gracioso me pasó este verano, cuando fui a hacerme la manicura para la boda de mi cuñado. Yo no suelo ser muy habladora cuando voy a la peluquería o me están haciendo la manicura, prefiero pensar en mis cosas mientras me relajo. Sin embargo, como ese día iba para largo, la chica que me hacía la manicura (de unos 30 años) empezó a hablarme y yo seguí la conversación. Cuando me preguntó si tenía un evento y le dije que iba a la boda del hermano de mi marido (aún me hago un lío con los parentescos y no me acostumbro a decir cuñado), paró de pintarme las uñas, se me quedó mirando y me dijo: 

Pero niña… ¡¿tú estás casada?!

Si hubiera sido en otro contexto, no me hubiera extrañado, ¡pero esa chica llevaba una hora manoseándome la mano y viendo inevitablemente la alianza! Así que me di cuenta de que, por mucha forma de alianza que tuviera mi anillo, hoy ya muchos desconocen su significado.

Y es que, lo que para muchos es un anillo más, para mí es un signo de la Alianza que ha hecho Dios con nosotros, de las promesas que un día concreto en nuestra historia le hice a mi marido, y él a mí, ante Dios y ante la Iglesia. Es un objeto tangible bendecido que me habla de la eternidad, de mi debilidad humana y de la misericordia de Dios conmigo.

Marcar como favorito enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Al dejar un comentario "Una historia de tres" recopila los datos que se muestran en el formulario de comentarios, así como tu dirección IP y la cadena de agentes del navegador para ayudar a la detección de spam. La finalidad de estos datos es únicamente mostrar su comentario en el sitio web, por ese motivo el comentario y sus metadatos se conservan indefinidamente. Puede contactar con nosotros en cualquier momento para solicitar la retirada o modificación de su comentario.