Un canto nuevo y uno viejo

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas (Salmo 98, 1).

 

Este es el salmo 98 que se ha proclamado hoy en España, en la fiesta de la Inmaculada Concepción. Un salmo precioso que nos invita -y me invita a mí personalmente- a ver con qué óptica estamos viviendo. Este salmo anuncia la llegada de un cántico nuevo, que dejará de lado a uno que ya existe y que es viejo. Por supuesto, se trata de una forma retórica de hablar.

¿Cuál es el canto viejo?
Uff otra vez estamos con las mismas…
Qué mal está la política y la sociedad…
Mira fulanito lo que ha acaba de hacer…
Qué mal… ¿Por qué me tiene que pasar esto?
La culpa de todo la tiene fulanito…
Ya te vale Dios, que no me arreglas esto…

El canto viejo viene desde el propio origen del ser humano: desde Eva, que representa nuestro propio origen herido por el mal (ver Génesis 3,9-15.20). Es la maldición: el decir mal. De hecho, todos tenemos experiencia de que la queja, la murmuración, el juicio, la maldición y todas las cosas similares únicamente empeoran aún más nuestra percepción de las situaciones difíciles y debilitan nuestras fuerzas para hacerles frente. Es, además, un círculo vicioso que no lleva a nada bueno. Y es el que, al menos yo, canto a menudo en mi día a día.

¿Y cuál es el canto nuevo?
Voy a hacer la voluntad de Dios hoy…
Cuánto bien me hace fulanito…
¿Qué puedo aportar hoy para mejorar esto?
¡Qué duro es esto! Pero con Dios se puede…
Pecador yo, pero con Dios puedo ser Santo…
Gracias Dios por todos tus regalos…

Porque lo bueno en la vida viene cuando la vemos con los ojos de Dios: es bellísimo nuestro matrimonio, es hermosa la vida que Dios nos concede, oportunas las personas que nos acompañan y grande la historia de Dios con nosotros. Este es el canto nuevo, que se inauguró en María: la bendición (ver Lucas 1.26-38). Esto no significa ser ingenuo: claro que hay problemas y cosas que no nos gustan. Pero el cristiano ve a Dios presente en todo, que nos auxilia y saca bien del mal. Como dice San Pablo: Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio (Romanos 8, 28). 

El amor canta el cántico nuevo

Así es. En este tiempo en el que nos preparamos para el nacimiento de Cristo, que porque nos ama se hace un niño pequeño que puede ser acogido por nosotros, conviene reconocer que el Amor –Dios– canta el cántico nuevo. Si queremos empezar a vivir bien, a vivir con Dios, conviene contagiarse de este cántico nuevo que seguro que ensanchará nuestros corazones para recibir a Dios. Nosotros –él y ella– vamos a intentarlo y, con la gracia de Dios, estoy seguro que se hará en gran medida una realidad. Así pues…

¿Qué piensas tú? ¿Prefieres vivir cantando el canto viejo o el nuevo?

¡Feliz segundo domingo de Adviento!
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2 comentarios

  1. Genial! Muchas gracias por la reflexión!

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