Recientemente ella ha hablado en un artículo llamado «Cuando los hijos no llegan» de un tema que, me consta, hace sufrir a muchas personas. Hoy os quiero dar un poco mi punto de vista, que está ligado al de la Iglesia, pues yo para estos temas soy más racional que emocional. Esto es algo que nos afecta a ella y a mí por igual y, por eso, aunque quizás alguno no lo vea igual, me gustaría simplemente compartirlo también.
Lo voy a contar con una historia:
Un hombre deseaba mucho un hijo. Pasó media vida pero nunca vino. Con permiso, suponemos, de su mujer tuvo un hijo de otra mujer creyendo así que sería feliz… ¡Por fin tendría a su deseado hijo! Y el niño nació… Y sólo trajo problemas… evidentes, dada la situación. Su mujer incluso llegó a hacerle elegir: o el niño y su madre o yo. ¿Habrá un hombre más desdichado sobre la tierra? Pero este hombre creía en Dios… Y Dios al final le regaló un hijo de su mujer… para luego pedir que lo sacrificara, pues estaba poniendo demasiado corazón en él. Pero tranquilo… ¡Al final vivió y todo fue bien!
¿Qué os parece? Una historia un tanto… pero una historia que ocurrió, es la de Abraham y su hijo Isaac, y se puede leer en la Biblia, en Génesis capítulos 15, 16, 17, 21 y 22.
Lo primero que diría es que un hijo no es una propiedad y, por lo tanto, no tenemos derecho a un hijo. Un hijo es un don, un regalo, un fruto del amor de dos personas que se unen en el amor. Y sobre todo un hijo es un «otro», otra persona que tendrá sus ideas, proyectos, forma de pensar, etc. Así que tarde o temprano deberemos romper nuestro proyecto de hijo, porque si viene, no va a venir como queremos. Pero… ¿Y si no viene?
Esa es, ahora, nuestra situación, como contó ella. Y es una situación dolorosa, sobre todo para una mujer que siente dentro de sí la llamada profunda de su ser a la maternidad. Pero lo que nos enseña la historia de Abraham es algo muy sencillo de entender pero muy difícil de aplicar: hay que dejar a Dios hacer la historia. Si la manipulamos nosotros no saldrá bien. Esto es, aceptar los hijos que Dios da: aceptar que venga uno, cinco o… ninguno.
Y… ¿Quién sabe? Quizás Dios nos llame a expresar nuestra paternidad y maternidad de otra forma. Con una paternidad espiritual. O con una paternidad adoptiva.
Falta una última pregunta… ¿Por qué Dios pide a Abraham sacrificar a su hijo? ¿Es acaso un monstruo? Nada de eso, es una prueba. Obviamente Dios no iba a permitir que eso sucediera. Dios quería, como quiere hoy, que descubramos una cosa: ¿dónde está nuestro corazón? porque sabe que sólo cuando nuestro corazón está en Él podemos ser felices de verdad. Así es, un hijo no nos va a dar la felicidad, por mucho que lo deseemos. Dios, sí.
Cuando descubramos y vivamos esto, el sufrimiento de que vengan o no hijos será un sufrimiento redimido y esperanzado. Y una cosa más…

Para finalizar, me gustaría dejar unos pequeños tips que seguro nos pueden abrir caminos que recorrer como pareja en este tema delicado.
- Conviene que ambos conozcan bien el ciclo de la mujer empleando, por ejemplo, el método sintotérmico.
- Es importante revisar nuestro estado de salud, y acudir a un ginecólogo católico que nos oriente en temas biológicos.
- Tener un buen director espiritual o confesor al que podamos plantear este tema con el tiempo y la delicadeza que requiere. Hay caminos buenos para buscar un hijo, que respetan el amor y el orden natural querido por Dios, y hay caminos malos… ¡No todo vale!
- El hombre ha de ser comprensivo con la mujer en este tema, saber que ante la noticia de otros embarazos puede estar más susceptible.
- No perder de vista que el matrimonio va primero y evitar caer en la obsesión, que nos puede llevar a idealizaciones alejadas de la realidad.
- Si este tema provoca desavenencias serias, nunca está de más reconocer que igual necesitamos ayuda psicológica o terapia. Aquí, de nuevo, escogiendo con discernimiento y cuidado el profesional cristiano adecuado.
- Dios te quiere feliz, con o sin hijos. ¡Búscale a Él primero!
¡Ánimo!