¡Hola! Hace ya un tiempo que os anunciamos que nos íbamos a casar y la verdad, es que están siendo unos meses muy ajetreados. A los preparativos de la boda se han sumado los preparativos que hemos tenido para el campamento parroquial, que han sido muuuchos. El año pasado os contábamos cómo había sido su primera experiencia en un campamento así (puedes leerla aquí) y fue tan buena, que este año ha repetido ¡e incluso ha invitado a sus hermanos pequeños a ir!

Capilla del Campamento
Como siempre, ir al campamento para mí ha sido un descanso (en sentido espiritual, porque no hay tiempo apenas para dormir) pero a mí personalmente me ha ayudado para desconectar de los proveedores de la boda, del menú que elegiremos o de qué peinado llevaré (que me tare de cabeza, nunca mejor dicho).
Además, han sido unos días que nos han venido muy bien como pareja porque vemos cómo el otro se entrega a los demás y los sirve, posponiendo siempre sus apetencias y su descanso. Y la verdad, que es algo que da mucha tranquilidad en el punto en el que nos encontramos, porque habrá días en nuestra vida de casados en que la enfermedad o el cansancio nos impidan servir al otro y tendremos que dejarnos servir.
Otra cosa que nos ha gustado del campamento ha sido poder tener ratitos de oración frente al Santísimo, sacrificando la siesta, sí, pero que han sido una maravilla porque además ahora, cada vez que estamos frente a Él, recordamos la pedida y es un momento muy especial y de complicidad entre los tres.
Por último, la figura que tratábamos este año en el itinerario del campamento, era la de San Juan Evangelista, la cual me ha ayudado mucho a pensar en la intimidad que él tenía con Jesús y a buscarla yo también. Ojalá podamos, como él, sentirnos el discípulo amado y recostarnos en el pecho de Jesús, escuchar los latidos de su corazón y descansar nuestras preocupaciones en él, porque preparar una boda, amigos, trae muchas preocupaciones, pero no hay que dejarnos vencer por ellas y sobre todo, no dejar de lado en este tiempo lo más importante, nuestra relación con Dios, tanto como pareja, como individualmente, en nuestra intimidad.
Y después de deshacer una maleta, toca rehacerla, porque hay una por aquí que se va de peregrinación. A la vuelta os prometemos una actualización de cómo llevamos los preparativos de la boda ¡que nos queda menos de medio año ya!
Gracias por leernos y a disfrutar del verano con Dios.