El otro día, pensando en por qué me interesaba «de repente» tanto el tema del hogar, me paré a contar en cuántos hogares había vivido en mis 30 años de vida. Hice las cuentas y el número resultante me impresionó: 14 hogares en 5 ciudades distintas. Evidentemente, aquí cuento los diferentes pisos de estudiantes en los que he vivido durante mis estudios, pero, aun así, me parece una cifra sorprendente.
Ninguno de esos hogares iba a ser definitivo y lo sabía. Un día dejaría la casa de mis padres para llevar a cabo a mi vocación. Un día dejaría la etapa universitaria. Un día se acabaría ese contrato de trabajo. Un día se acabaría el contrato de alquiler…
Y durante todo ese tiempo me he sentido un poco como Abraham, nómada en el desierto, sin una tierra en posesión donde poder reposar. Sin esa seguridad, sin echar raíces. Preocupada por el futuro, confiando en la Providencia.
Hasta ahora, que por primera vez en mi vida puedo decir, con mis miras humanas y limitadas, que parece que este hogar en el que vivimos vaya a ser para una buena temporada, o al menos eso dice nuestra hipoteca, aunque al final Dios es el que conduce nuestra historia y pueda sumar más mudanzas a mi historial.
Y sí, aunque siempre he hecho un hogar hasta del piso de estudiantes, me gusta decir «mi casa», y puedo por fin colgar cuadros taladrando la pared, y puedo pintar las paredes del color que me gusta, y quizá por eso desde hace un tiempo, me interesa más el tema del hogar, porque me siento por fin en esa Tierra Prometida.
Sin embargo, esto tiene el peligro de que me instale, me acomode y haga un ídolo de este hogar. Que deje de estar agradecida a Dios por todo lo que ha hecho en mi vida. Que me olvide de Él porque ya tengo mi ansiada tierra. Que piense que todo es mérito mío y pierda el foco de lo importante, que son las personas con las que comparto el hogar.
Así que hoy le doy gracias a Dios por mi peregrinar de casa en casa estos años porque me ha enseñado a confiar, a llevar poco equipaje, a desprenderme, a ser hospitalaria, a valorar que lo importante son las personas con las que vives.
No sé cuántas mudanzas habréis hecho, pero nos espera, ojalá a todos, una última:
En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros
Jn 14, 2s