¡Hola! Hacía muchas semanas que no escribíamos por aquí… por eso queremos aprovechar la oportunidad para deciros que estamos bien, ya en la recta final del embarazo.
Y de esto justo quería hablaros hoy, antes de dar a luz, de una pequeña reflexión que me está enseñando el embarazo sobre el ‘control’ y la Fe en Dios.
Yo no soy precisamente una persona muy cuadriculada, pero sí que me gusta que las cosas salgan como yo quiero y que no se me trastoquen los planes. Me gusta ‘tener el control de la situación’. Sin imprevistos, sin sobresaltos. Y más o menos así he ido viviendo cada etapa de mi vida, en la universidad, en el noviazgo, en mis primeros trabajos… Aunque evidentemente no todo lo que pasaba dependía de mí al 100%, sí que tenía cierto margen amplio de actuación, de poder tomar las riendas.
Sin embargo, ya desde el principio del embarazo, como os conté, ha sido un combate continuo en el que yo no tenía el control y las náuseas y vómitos continuos me lo recordaban cada hora. Por mucho que quisiera, con medicación, remedios naturales, mucho descanso… nada, absolutamente nada, hizo durante meses que me encontrara bien.
Con todo ese malestar, el embarazo iba siguiendo su curso y nosotros íbamos acudiendo a cada cita médica en la que iban dándonos noticias sobre la evolución de nuestra hija. Y aunque todo avanzaba bien, había algunas noticias que nos inquietaban un poco sobre la salud de nuestra hija, y las búsquedas en Google no ayudaban demasiado (aunque no os descubro nada nuevo). Ante esto ¿qué hacer? ¿desesperarnos? ¿obsesionarnos? Pues fue un momento de gracia, de descansar en Dios, sabiendo que, así como Él había cuidado siempre de nosotros, también lo haría de nuestra hija, pues también era su Padre. Nosotros no podíamos hacer nada más -más allá de seguir cuidándome mucho- así que descansamos en la confianza de que si Dios había permitido este embarazo, hacernos copartícipes de esta nueva vida, Él iba a proveer, y nosotros debíamos aceptar Su voluntad. ¡Y viviéndolo así, pude por fin disfrutar más del embarazo, con total libertad!
Gracias a Dios, estos ‘problemillas’ no tienen mayor gravedad en principio y nuestra hija está sana, aunque nos explicaron que los médicos deben informar de cualquier pequeña «anomalía», por insignificante que sea, por si los padres, ante eso, deciden abortar. Me dolió mucho saber esto, pensar que otros padres, ante los mismos controles ecográficos que nuestra hija, optaran por deshacerse de ella ‘por si acaso’, pero este tema da para otra entrada…
En fin, que después de una segunda mitad de embarazo en la que me he sentido súper bien, gracias a Dios, ahora que cada vez está más cerca mi fecha probable de parto, vuelve esta sensación de no tener el control ante el parto. Aunque he leído mucho sobre el tema, he escuchado la experiencia de muchas mujeres cercanas y demás, sé que cada parto es único, y no puedo hacerlo ‘a mi medida’. Como es natural, tengo mis propias expectativas, mi plan de parto preparado… pero que a la hora de la verdad, todo será como Dios quiera. Y en esta tarea estoy, en la de seguir confiando, en la de aprender a aceptar que no todo va a salir como yo me imagine. Que será mejor o peor, pero que tengo que estar preparada para lo que venga, sabiendo que Dios no me va a soltar. Si yo decido apartarlo y pretender que todo salga como yo quiero, por mis fuerzas, va a ser un completo desastre, así que con Él a por todas. Y, por supuesto, con el apoyo incondicional de mi marido.
Desde aquí os damos las gracias por leernos y os pedimos, si os acordáis, que recéis por nosotros estos días, para que todo vaya bien. Retomaremos el blog cuando la nueva -maravillosa- normalidad siendo una historia de más de tres nos lo permita. ¡Un abrazo!
