La vida en una familia numerosa es realmente apasionante. Uno raramente está sólo. Y raramente se aburre. Por la mañana empieza temprano el ajetreo: libros, mochilas, duchas, desayunos y… ¡Todos a clase y al trabajo! Quizás ese momento es el único en que la casa se queda tranquila. Pero esa tranquilidad dura poco, pues a la hora de la comida y de la cena vuelve el ajetreo. Y con el ajetreo vienen, por supuesto, los roces típicos de la convivencia. ¡Como en cualquier familia!

Ama en familia
Sin embargo, la alegría que reina en la casa no se puede comparar con nada, pues Dios está en medio para hacer que nos inclinemos al perdón y el amor. Por eso, siempre tienes a alguien a tu lado. Cuando eres niño, a alguien con quien jugar. Cuando eres joven, con quien hablar. Cuando adolescente, a quien acudir en los primeros problemas de la vida. Y cuando adulto, con quien compartir tus alegrías y penas. En mi familia he aprendido a vivir y también me han transmitido lo más importante de la vida: la Fe. Por eso debo dar gracias en primer lugar a Dios, y luego a mis padres que se fiaron de Él viviendo un matrimonio cristiano con los hijos que Dios quería regalarles, creyéndose las palabras de la Escritura que dicen:
La herencia de Yahvé son los hijos,
su recompensa el fruto del vientre;
como flechas en manos de un guerrero
son los hijos de la juventud.
Feliz el varón que llena con ellas su aljaba.1
Y por si alguien se lo pregunta, sí, económicamente se puede. Porque no todo lo que uno cree que necesita lo necesita de verdad. Y soy testigo de que nunca nos ha faltado nada que realmente necesitáramos: Sí, he podido estudiar. Y sí, mis hermanos se han podido casar e independizar. Como en cualquier otra familia normal. Porque Dios provee trabajo para mis padres. Pero mis padres no sólo trabajan: también acuden a la Iglesia, hacen viajes, comidas familiares, planes con los más pequeños, planes de pareja, ¡y después de más de 25 años! Y también nosotros, como hijos, participamos de muchas de esas cosas.
Y esta experiencia, que es obra sólo de Dios, la comparte muchísima gente que se ha fiado de Él y ha decidido vivir según Dios. Y lo han hecho con la imprescindible ayuda de su Gracia, pues las personas somos muy débiles. Efectivamente, la sagrada Escritura y la práctica tradicional de la Iglesia ven en las familias numerosas como un signo de la bendición divina y de la generosidad de los padres.2 De hecho, por si os pica la curiosidad… ¿Cómo ser feliz con 1, 2, 3… hijos?
Y tú… ¿Cómo has vivido en tu familia?
Nota 1 – Salmo 127, 3-5a. Biblia de Jerusalén. Edición de 1998.
Nota 2 – Catecismo de la Iglesia Católica, 2373. Libreria Editrice Vaticana.